Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Monday, March 19, 2012

¿Educar?

¿Qué es educar? ¿Será cierto que la educación comienza en el hogar? ¿O es más acertado decir que el primer adoctrinamiento es el de los padres y familiares?

Tengo la oportunidad de no estar de acuerdo con lo que se dice en el cartel arriba. Trataré de explicarme. Los padres sólo podrán ofrecer a sus hijos lo que los padres consideran valioso. Eso valioso o lo recibieron a su vez de sus padres y abuelos o lo consiguieron durante su vida. Me queda claro que no pueden ofrecer otra cosa más que lo que tienen; y asumen que si es valioso para ellos entonces también será valioso para sus hijos. Es lo mismo que hace el padre de cualquier clase social y que inculca sus opiniones a sus hijos. Por ejemplo, es lo mismo si lo mandan al catecismo católico o a la escuela dominical protestante o no lo mandan a ninguna religión, igual se llama adoctrinamiento y condicionamiento sociocultural.

Si difícilmente podemos saber qué va a suceder en el mundo durante el siguiente año, mucho menos conocemos lo que podrá ser valioso para el niño cuando crezca y tenga que desempeñarse en su mundo dentro de 25 años en adelante. Por eso lo que a los padres les parezca valioso ahora resulta irrelevante, y nocivo, para el niño pues crece con una sola versión del mundo y carece de herramientas para mejorar o cambiar sus opiniones continuamente. Esto ha venido sucediendo por mucho tiempo y, en parte, es por lo que el pensamiento sectario y el pensamiento unidimensional están tan diseminados entre los “adultos” de hoy.

Por favor padres, ¡no escolaricen o adoctrinen a sus hijos en sus meras opiniones! ¿Qué culpa tienen sus inermes niños de que ustedes no hayan tenido la capacidad de mejorar y cambiar esas meras opiniones?

Coincido con la relevancia de lo que sucede o no sucede enfrente de los chicos en casa; nuestra conducta como adultos —que no nuestras palabras— es parte de nuestro legado. No pongo en duda nuestras buenas intenciones como padres cuando inculcamos nuestras opiniones a nuestros hijos cuando creemos firmemente que tales opiniones son de lo mejor. Pues la mayoría vivimos en nuestra cultura y carecemos de una vista panorámica de la realidad intercultural y supracultural. Un ejemplo que ilustra esta situación es aquel del joven, en el Imperio Romano del primer siglo, que pregunta a su padre si podrá acompañarlo al circo para ver el espectáculo de leones hambrientos devorando niños cristianos vestidos con piel de oveja, ante lo cual el padre contesta: “sólo si te comportas bien en la casa y en el vecindario”. Otro ejemplo es el de aquel padre nacionalsocialista alemán que tenía completa seguridad en transmitir a sus hijos aquella triunfante visión alemana en la cual serían los salvadores del mundo ante la decadencia moral de su tiempo. La mayoría de nosotros aún reflejamos nuestra contingente cultura y somos víctimas de ella. Al parecer los individuos ignoramos, o elegimos ignorar, que no estamos obligados a interpretar la realidad de la misma manera inercial provocada por nuestra pequeña y estrecha cultura.

Mi punto es que quien debe formarse una opinión sobre robar o mentir es el propio chico y el padre se equivoca al sólo inculcarle sus opiniones ya hechas —y con frecuencia acompañadas de un tono absolutista—. Es decir, lo importante de la educación no está en «qué» creer sino en «cómo» se cree, en cómo se forma una opinión justificada. Pero formarse una opinión justificada es realmente trabajo duro y sospecho que eso es una causa por la cual tal posición no es popular. La excusa más frecuente que escucho es que no es “práctico”; quizá, pero tampoco es cortoplacista.

Mi punto, además, es que la educación relevante es aquella que se mantiene alrededor de los básicos del ejercicio ético. Por ejemplo la distinción entre ética y moral. Si el chico ni siquiera logra hacer cotidianamente esa distinción entonces es muy probable que sus opiniones no sean realmente suyas sino impuestas por su contexto sociocultural. Dada esa evidencia, ¿no podríamos, entonces, diagnosticar el caso como un condicionamiento o un adoctrinamiento —sin importar que provenga de inmaculadas intenciones?

En 25 años, así como hace 25 años, los problemas éticos seguirán siendo muy dinámicos y complejos. ¿Acaso algún padre hace 25 años se preocupó por las implicaciones de una conexión abierta en Internet? ¿Acaso nuestra moralina de hoy le servirá al chico en el mundo radicalmente distinto al que se enfrentará en 25 años? Los chicos necesitan ensayarse desde muy temprano en el ejercicio ético personal, valiéndose de sus propias facultades, sin que intervengan los padres, ni los adultos en general, con su trasnochada moralina.

Debo agregar que hace pocos años reconocí, ya con más de 40 años de edad, que en realidad no he contado con una educación en el sentido amplio de la palabra; y los niveles estándar de escolarización, incluyendo niveles de licenciatura, no me parece que cuenten como una educación en el sentido amplio pues esos niveles no suelen sacar a los individuos del analfabetismo científico y filosófico. Por tanto, mi madurez interior es apenas como la de un jovencito. Ha sido duro reconocerlo pero muy liberador, pues ahora puedo intentar dejar en el pasado los no pocos adoctrinamientos que he experimentado. Así que no soy en realidad tan distinto de algunos jóvenes desenfrenados e impresentables de ahora. He visto algunos y muchas de mis opiniones no tienen mayores bases que las de ellos —más allá de mi moralina por la que pretendo tener razón. Así que, sin importar que el camino sea muy largo, estoy buscando educarme por primera vez. Eso, quizá, es lo que necesitan hacer no pocos padres en compañía de sus hijos.

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