Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Saturday, November 30, 2013

La granja de la cultura

Por un momento no pondré en duda que soy una persona educada y cultivada, por un momento fingiré que lo soy. Entonces convendrá pensar qué tipo de cultivo es ese pues, dados los efectos de las imperantes escolarizaciones a lo largo de la vida en sociedad, cabe la pregunta de si he sido más educado y cultivado a modo de otros que auto-educado o auto-cultivado. Pues la cultura es el cultivo de seres humanos: se crían, se encausan, se espera que sigan esquemas locales de opinión y de conducta; digamos, como la crianza de ganado en una granja local. Hay muchas parcelas en la granja de la cultura, y muchos granjeros. Los primeros granjeros serían los padres y el círculo familiar más próximo, luego la escolarización —ya sea religiosa o laica— suele implantar el contenido mental fundacional por medio de procesos de socialización elemental, lo laboral enseguida toma su lugar preponderante como espacio productivo, aun el tiempo libre tiene supervisores, y el Estado dispone regulaciones básicas de principio a fin en la granja de la cultura humana. A su tiempo, cada uno se hace un granjero para perpetuar aquel cultivo de humanos que nosotros mismos hayamos vivido o queramos promover.

Pocos individuos seríamos capaces de sobrevivir fuera de la granja humana pues el grado de domesticación es casi total. Las condiciones están puestas para siempre preferir la seguridad que produce el permanecer dócil y obediente, o preferir la autocomplacencia que ofrece mantenerse dentro de los márgenes de rebeldía tolerados por los granjeros. Los granjeros, al parecer, saben lo que hacen y siempre será mejor no desviarse de su gobierno si el individuo prefiere sobrevivir.

Mi único punto en esta breve reflexión es que no en todos los casos los granjeros realmente saben lo que hacen y en esos casos la obediencia se torna problemática pues ya no presupone la sobrevivencia; por el contrario, la obediencia en esos casos es autodestructiva.

Por ejemplo, el caso donde se afirma que la naturaleza humana es una y es fija: el humano es por naturaleza ferozmente egoísta, autodestructivo, orientado del todo por pasiones irracionales y por el miedo a la muerte. Una distinción pertinente es que el caso refiere a lo negativo del egoísmo, no al egoísmo percibido en filantropía y altruismo como formas para procurar el interés personal indirecto por medio de la ayuda comunitaria directa, ni a los efectos positivos de la teoría de los sentimientos morales del capitalismo conceptual. Tampoco refiere al egoísmo como la dedicación a la mejora personal, sino al egoísmo como exceso o desenfreno, como un desproporcionado amor y adoración de sí mismo, que hace atender desmedidamente sólo el interés propio sin ni siquiera considerar el de los demás. Un ejemplo de ese egoísmo son los hechos de la crisis financiera global en 2008; es decir, la ambición desmedida de unos pocos por acumular dinero a costa de correr riesgos con el dinero y la miseria de muchos otros, o la codicia desenfrenada por edificar imperios corporativos masivos y globales. Una muestra del egoísmo del caso sería el egoísmo del Chairman and Chief Executive Officer of Lehman Brothers Holdings.

Afirmar que esa es la naturaleza humana y que no puede ser cambiada es un grave error pues tales rasgos pueden ser plenamente explicados al entender el tipo de cultivo que hemos tenido quienes los exhibimos, pues un humano no nace por completo determinado por su genética sino que también lo determina su particular cultivo. Si hay algo que nos diferencie de otras especies animales no es que la especie humana sea racional o inteligente sino que nuestra naturaleza consiste en no tener una naturaleza fija.

Los granjeros de humanos están en un grave error al diseñar sistemas políticos basados en que la naturaleza humana es siempre fija y siempre egoísta. Por eso, los granjeros de humanos también se equivocan al perpetuar sistemas socioeconómicos basados en la presuposición de que los recursos naturales no alcanzan para todos y entonces siempre habrá escasez de dichos recursos. Por lo cual es un grave error permanecer sumiso y obedecer ciegamente tales sistemas. El sistema monetario mundial es un ejemplo de dichos sistemas caducos. El concepto de dinero como simple instrumento de intercambio de valor resulta un concepto insulso al contrastarlo con los hechos materiales de la realidad socioeconómica actual, resulta un concepto pueril al contrastar las grotescas desproporciones de riqueza y pobreza económicas que han producido los sistemas económicos basados en dinero. El yerro no se debe a la naturaleza humana sino al tipo de cultivo que hemos tenido muchos humanos.

¿Qué hacer? Para empezar, quizá, conviene hacer retrospección. Revirar la atención hacia mi propio proceso de cultivación, y llegar a estar en paz con el hecho de que he sido educado y he sido cultivado a la imagen y semejanza de otros pero no cultivado en concordancia con mi ser propio; es decir, no he sido ni auto-cultivado ni auto-educado.

El auto-cultivo y la auto-educación requieren una inmensa dosis de auto-crítica, es decir, adquirir el hábito de someter a examen crítico las opiniones propias. Por supuesto, el individuo es una parte integral de los sistemas políticos y socioeconómicos imperantes, autocriticarse implica la crítica de cada sistema en su conjunto. El manso y obediente que nunca evalúa sus opiniones y nunca las mejora o las cambia por otras mejores, más justificadas, es ciertamente una persona muy bien educada y muy bien cultivada, pero al modo de los demás.

Friday, November 29, 2013

Persona y opinión

Si consideramos que las personas y las opiniones son dos cosas distintas entonces podemos ver con claridad que las personas ya tenemos un valor intrínseco que no necesita ser demostrado, pero las opiniones no tienen ese valor intrínseco. Las personas podemos ser sujeto de tolerancia, pero las opiniones no necesitan tolerancia, mucho menos respeto.

Pretender que las personas son lo mismo que sus opiniones es un tropiezo grave que conlleva el relativismo epistemológico. Ese tropiezo consiste en aceptar que todas las opiniones son iguales y que todas merecen “respeto” por igual. Es un grave error porque no todas las opiniones son iguales, y porque las opiniones no requieren respeto sino demostración y evaluación. Las personas, por otro lado, sí requerimos mantener nuestra dignidad y sí somos sujetos de una inherente e incondicional tolerancia, pero las opiniones no.

Además, partamos de que respeto y tolerancia son dos cosas distintas. Así es posible tolerar a las personas y convivir sin odio ni miedo a lo diferente, pero no tengo por qué respetar a todas las personas pues algunas personas estarán muy lejos de mi respeto. Puedo tolerarlas, pero no respetarlas. En mi sistema axiológico el respeto aparece más cerca de la amistad que de la tolerancia.

Por otro lado, si una persona se considera una y la misma cosa con su opinión, ¿no estaría ausente entonces la autocrítica? Y si ese es el caso, ¿qué base habrá para decir que es una persona auto-cultivada?

Monday, November 25, 2013

Generalizar la teología


Alain De Botton - La Ciudad de las Ideas 2013 "Dangerous Ideas"


Recién supe de alguien que está desarrollando su propia teoría teológica. Le felicité. Esa actitud es algo que quisiera ver en cada vez más personas interesadas en buscar caminos para cambiar al mundo empezando por uno mismo. La indagación teológico-filosófica y la publicación de más y mejores teorías teológicas pueden aportar tanto como la investigación y publicación de más y mejores teorías socioeconómicas o más y mejores teorías políticas.

Cuando la función de la filosofía es transformar al individuo entonces el ejercicio teórico juega un papel muy relevante. Sin embargo, ¿cuándo fue la última vez que se publicó y se divulgó el progreso en nuevas teorías teológicas?

El ejercicio teórico en las ciencias ha transformado muchos aspectos del mundo. Sin embargo, los excesos utilitaristas de los productos de la técnica, derivada de las ciencias, transforman el ambiente exterior al individuo pero hacen poco por transformar su mentalidad. Por otro lado, las religiones institucionalizadas han usurpado y monopolizado lo que tiene el potencial para transformar la mentalidad del individuo: el ejercicio personal de la teología filosófica.

Sacar ese ejercicio de la biblioteca y llevarlo a los mercados y a las plazas es una manera para liberar a la alta cultura de su falso status elitista. En afinidad con propuestas como las de Alain de Botton.

Por mi parte, sigo con mi propio proyecto de indagación al respecto: Proyecto laico.

Friday, November 22, 2013

Arquetipos de fe

Recién leí esto:

«La filosofía es una interrogación permanente; la religión, una respuesta permanente (de certezas incontrovertibles). Quien quiere conocer cuestiona, y eso es filosofía; quien quiere creer cree, y eso es religión. Quien duda busca la filosofía; quien quiere certezas busca la fe.» —Leo Guillen

Por mi cuenta pienso que hay muchos tipos de fe; hay fe como virtud dogmática o certidumbre desarticulada, hay fe como confianza, fe como incertidumbre articulada (la fe de un científico), fe en la fe, etc.

La fe puede expresarse de varias maneras:

La fe teologal es un misterio. Ese arquetipo de fe, entendida como una —así llamada— virtud, es como una especie de motivo, algo que el individuo puede tener y del cual parte, como principio, para interpretar su realidad. Es decir que la fe teologal se da por hecho y si un individuo la tiene entonces no la cuestiona sino que la presupone para todo lo demás. En ese sentido, si ese tipo de fe es un fundamento o punto capital de todo un sistema religioso entonces esa fe es, digamos, una virtud dogmática.

La fe como virtud dogmática pertenece a un campo similar al campo poético. Para mí esto es un cumplido a la religión; es decir, interpretar a la religión como si fuese poesía o estética es como decir algo muy positivo de la religión. Claro, no me refiero a ninguna religión organizada e institucional sino a la religión como forma simbólica basada en mitos antropológicos —mito no como patraña sino como los estudiados en antropología filosófica y que son base para interpretar y habitar una realidad que está más allá de nuestro entendimiento. Un ejemplo trivial de este tipo de fe es la interpretación emotiva de que como todos los días anteriores ha salido el Sol en el oriente, entonces una fuerza superior o sobrenatural es lo que, en su providencia, concederá la salida del Sol el día de mañana. Este tipo de fe es una especie de certidumbre desarticulada.

Por otro lado, la fe como confianza es la que podemos tener con base en un patrón regular de sucesos. Patrón por el cual inferimos inductivamente que el siguiente suceso tiene mucha probabilidad de ocurrir. Tengo confianza en que el adolescente en casa hará sus deberes si, y sólo si, hay un patrón regular de conducta sobre el cual basar dicha confianza. Confiamos en que mañana saldrá el Sol por el oriente pues eso ha ocurrido regularmente, pero no confiamos debido a que entendamos por qué.

Otra forma de fe es la que un científico puede tener en el poder descriptivo, explicativo y predictivo de una teoría física. El soporte para tal creencia no son las emociones ni la inducción a partir de muchos casos particulares, ni siquiera el patrón o la regularidad de la teoría para coincidir con las aproximaciones experimentales hacia la realidad natural, sino que la teoría está planteada de tal forma que dice con claridad cuáles son sus límites y en qué condiciones, al ocurrir, la teoría queda refutada para esos casos; es decir, se tiene fe en una teoría científica debido a que no se expresa como verdad absoluta sino que indica explícitamente cuáles casos, de llegar a ocurrir, señalan el límite de la teoría. El mismo ejemplo anterior pero interpretado con una fe científica es un tipo de incertidumbre articulada en forma de una teoría planetaria con la cual entendemos por qué el Sol saldrá mañana por el oriente.

Hay otra expresión de fe que consiste en mantener una especie de creencia en la fe misma; es decir, lo importante es creer por la circunstancia misma de creer. No importa nada más, la médula es creer que se cree. Algo así como que lo importante es tener fe, tener creencia. Qué, cuándo, cómo, dónde, por qué, para qué,...nada de eso importa. Sólo importa creer. “El poder de la fe” —es una bandera que entroniza a esta expresión de fe. Puede ser al respecto de casi cualquier cosa: horóscopo, amuleto, el pie derecho, crucifijo, escapulario, portar alguna insignia o repetir un rito o mantra. Al parecer, se afirma que el asentir psicológicamente sobre el fetiche de marras tiene alguna repercusión en la realidad. Pienso que esta expresión de fe está detrás de algunas interpretaciones supersticiosas en cristianismos carismáticos, donde esa fe es la que vendrá buscando el Mesías judeocristiano a su retorno.

Saturday, November 16, 2013

Mi ignorancia

El asombro, la estupefacción, que me ha causado vislumbrar mi propia ignorancia ha sido motivo de mucha de mi perplejidad desde hace algunos años. Pues no encuentro otro hecho más patente que lo descomunal de sus dimensiones. Se podrían escribir conjuntos de bibliotecas completas con todo aquello que desconozco; de hecho así es. Ese el hecho material de la más manifiesta e innegable realidad. Una realidad total que ahora no puedo ni eludir ni negar ni olvidar. La evidencia es tan abundante y abrumadora que ante su avasalladora magnitud no puedo más que sentir pasmo cuando recuerdo mi mocedad; cuando vociferaba afirmaciones absolutas sobre lo que ahora sé que desconocía, pero en las que hincaba tanta certeza y seguridad.

Ahora encuentro dicha certeza y seguridad en la continua indagación y en el recurrente hallazgo de mi grado de ignorancia*. Investigar mi propio grado de ignorancia es una aventura liberadora. En la cual no hay dogmatismo exagerado alguno que arruine la diversión y el regodeo de saberme con certeza ignorante, y que por lo tanto el recreo no se ha terminado y que no tendrá fin a menos que sucumba ante la mentira del saber.

*¿A qué grado llega mi ignorancia?