Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, December 29, 2013

Sobre «Dios» — Campo cultural

¿Por qué «Dios» como campo cultural? ¿No acaso la teología debe argumentar la existencia de un mundo sobrenatural, o explicar el origen del universo, o dar la revelación última del sentido de todo, o declarar el plan divino para el destino final de la humanidad, o dictar la mejor y única moralidad posible? Por supuesto, hay muchos tipos y muchas maneras de hacer teología, pero la pretensión de poseer conocimiento puede con facilidad desbordarse. Encuentro escasa honestidad intelectual en las pretensiones desenfrenadas que declaran poseer firme conocimiento de un supuesto mundo sobrenatural.

La teoría teológica propuesta sirve como un camino hacia la filosofía; es decir, propongo que el individuo tome a la reflexión teológica como una auto-indagación ante las preguntas de la existencia de divinidades o de lo sobrenatural. ¿Por qué quiero saber si existe un dios?, ¿por qué necesito que exista o que no exista?, ¿con cuál idea de existencia estoy interpretando el asunto?, ¿para qué necesito las respuestas y cómo usaré esa certidumbre desarticulada?

Si la palabra «Dios» refiere a un ser supremo antropomórfico que habita un mundo sobrenatural entonces su existencia podría ser argumentada sobre la base del valor de la ficción literaria. Por ejemplo, nadie duda de la existencia de Madame Bovary como personaje de ficción, su función artística y literaria le da un lugar predominante en el imaginario de sus lectores, un lugar incluso mucho más valioso que el lugar de Gustave Flaubert.

Propongo a «Dios» como un campo cultural pues así se hace algo cultivable, es decir algo sujeto de desarrollo personal; una pulsión primigenia con posibilidad de ser desarrollada como una facultad de un adulto maduro. Además, «Dios» como campo es aplicable transversalmente en el ejercicio de interpretar la colosal diversidad y multiplicidad en la realidad que habitamos; es decir, «Dios» como campo intersecta otras esferas de la vida del individuo o del grupo y hace variar las perspectivas de maneras muy peculiares. «Dios» como campo cultural no es un cuerpo doctrinal en pugna por un territorio definitivo sino otra herramienta más de interpretación de la realidad. Una herramienta más que sirve al individuo o a la sociedad para sus planes y propósitos, no una potestad caprichosa que somete al individuo y lo encierra en el pensamiento dogmático.

Propongo a «Dios» como un campo cultural pues así forma parte de la base de una auténtica vida espiritual, entendida como una vida de pensamiento, de reflexión y de literatura. No como la miseria ocasionada por una vida basada en dogmas exagerados y desenfrenadas pretensiones de conocimiento que producen obcecación y estancamiento religiosos.

Propongo a «Dios» como un campo cultural dentro de un sistema teológico generativo pues así se hace una herramienta para que el individuo reflexivo desarrolle sus propias teorías teológicas. Teorías que le asistan en su autoconocimiento y que sean más acordes con el ser propio que resulte de esa auto-indagación. Así, en función de ese individuo reflexivo, se podrían desarrollar teologías de muchos tipos, ya sea una teología liberal, libertaria o libertina, o de otros tipos con tal de servir a una mejor interpretación de la realidad teológica subjetiva en dicho individuo reflexivo.

Entonces, en teología de campo, si se intentase explicar la idea de «Dios» como campo cultural, pero utilizando muy pocas palabras, entonces se podría decir que sería semejante a referirse a la intuición más profunda de la verdad que una persona logra en una circunstancia dada. Por supuesto, esa idea de verdad debe entenderse en el contexto de la reflexión teológica; es decir, no se refiere a una verdad demostrable, como la verdad científica o histórica, sino a una intuición aguda, inefable y subjetiva.

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