Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, July 17, 2016

Sobre «Dios» — Dios e infancia


Esta mañana, y la mañana de ayer, Facebook me recordó un par de notas de hace dos años:


https://www.facebook.com/marcodorantes/posts/10152318766933878

https://www.facebook.com/marcodorantes/posts/10152321336138878

Por ese tiempo, mitad de 2014, ya había transcurrido medio año de haber concluido mi primer seminario de introducción a la filosofía, el cual inicié en 2009. Ese seminario afectó de raíz, i.e., de manera radical, mis perspectivas en todos los ámbitos de mi vida personal, profesional, ciudadana, política, etc. La disposición por exponerme a tan sólo un pequeño fragmento de la historia del pensamiento filosófico, tanto oriental como noroccidental, tanto del norte como del sur, cambió por completo mi manera de interpretar quién he sido, en dónde estoy y cuáles son mis miras hacia adelante.

Quizá la constatación más relevante, entre otras, ha sido el hallazgo de una enorme diversidad de perspectivas cultas, i.e., cultivadas, que otros han publicado como resultado de amplias indagaciones en la historia de las religiones, en estudios de religión comparada y en teologías de todo tipo.

Por supuesto, el recorrido por algunos de los proyectos epistemológicos en la historia de la filosofía de las ciencias ha sido el recorrido más provechoso para mi vida cotidiana y profesional. Un efecto neto, por ejemplo, se puede constatar en las propiedades arquitectónicas —propiedades emergentes que son objeto de indagación por la teoría general de sistemas o pensamiento sistémico— del tipo de soluciones de negocio basadas en software que he tenido oportunidad de crear antes y después de ese recorrido.

Pero el recorrido tanto por las heterodoxias como por las ortodoxias teológico-religiosas ha sido el más provechoso para la madurez de mi vida interior y para el cultivo de mi cosmovisión personal. Hay tanto de qué tomar conciencia en temas teológico-religiosos, sobre todo en la íntima relación que guardan con los graves problemas que aquejan a nuestras sociedades hoy; en particular su papel en el pensamiento unidimensional que alimenta el fanatismo en todo tipo de ámbitos sociales.

Uno de los posts referidos en el párrafo inicial remite a un libro de Albert Biesinger, y el otro post alude a la distinción entre ética y teología. Una pregunta relevante para reflexionar sigue siendo: ¿cómo ejercer mejor el papel que jugamos los adultos ante los niños en cuanto a mejorar nuestras interpretaciones de la realidad?

Como suelo decir con regularidad: toda valoración crítica sobre cualquiera de mis publicaciones —aquí o en mis otros blogs— será muy bienvenida. De antemano sé que el error está presente en mis perspectivas, el reto es identificarlo de manera clara y precisa con la ayuda de otros. Así será posible cambiar o mejorar atinadamente lo que debe ser cambiado o mejorado para lograr algún tipo de crecimiento. El crecimiento como madurez, no como acumulación o repetición de lo mismo, es la necesidad principal.

¿Es posible una discusión edificante, adulta, sobre «Dios» en un espacio público como este? Está claro que la dificultad no es poca ni es trivial. El esfuerzo implicado puede desalentar a cualquiera pues quizá este medio simplemente es para otras cosas y no es para algo que requiera semejante esfuerzo. Sin embargo, puede ser un tema muy caliente, quiero decir, de mucha importancia personal pues toca creencias muy propias, muy íntimas y veneradas por tradición personal, familiar e incluso tradición tribal o social.

Al decir «discusión» me refiero a examinar atenta y particularmente un tema y sus aristas. Al decir «adulta» me refiero a enfrentar con seriedad la posibilidad de estar equivocado en las creencias propias sobre el tema. Al decir «edificante» me refiero a tomar mayor conciencia sobre alguna equivocación personal sobre el tema. Al decir «Dios» me refiero a la palabra y sus posibles referentes —no solamente desde las narrativas judeocristianas.

Un resultado típico de intentar tal discusión suele ser nunca un debate serio sino tan sólo una opinadera llena de insultos, malentendidos y dolorosos desencuentros —sin mencionar la cantidad de tiempo desperdiciado.

Las condiciones, pues, para lograr una discusión adulta al respecto podrían, quizá, no estar dadas y sería un sinsentido intentarlo y un desperdicio de tiempo —tiempo que demanda ser dedicado a otras cosas de mayor provecho. Sin embargo, el riesgo sí está dado: errar el tiro en este tema podría significar la diferencia entre permanecer contribuyendo a los graves problemas en la sociedad, por ejemplo, el fanatismo, y ayudar a frenar dichos problemas.

¿Para qué discutir sobre «Dios»? Por ejemplo, para comparar notas sobre la búsqueda personal sobre el sentido último de preguntas como «¿de dónde vengo?», «¿qué hago aquí?», «¿hacia dónde voy?» Por supuesto, tal discusión permanecería dentro de los límites de lo expresable de manera inteligible por el lenguaje. Si por «Dios» también incluimos lo inefable, entonces eso simplemente no puede ser expresado en palabras y se discute de una manera indirecta. Discutir de manera directa sobre «Dios» usando palabras no es tanto sobre «emoción» (sentimiento hondo), sino más bien sobre «intelección» teológica: es decir, sobre tener una idea clara de lo discutido.

El título del libro referido menciona a los niños, pero en general se aplica también para todo infante bajo tutela intelectual y espiritual. Ese tipo de tutela es inevitable y normal en la granja de la cultura humana, pero también ahí el exceso de tutela resulta muy dañino para las facultades del infante en desarrollo. El exceso de tutela causa todo tipo de discapacidades intelectuales y espirituales. Por ejemplo, provoca una disminución intelectual por la cual el infante queda incapacitado para cuestionar nociones cuya única base es un tipo de tradición apática o pereza mental; la noción de un dios antropomórfico es quizá un buen ejemplo de tales nociones.

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