Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Thursday, November 24, 2016

Sobre «Dios» — Hacer teología – Parte III


Al hacer teología (Ver: Generalizar la teología) será muy prudente no olvidar los delirios megalómanos del fanatismo:

«La actitud de quienes persiguen la afirmación de los propios principios morales dejando que éstos prevalezcan sobre los intereses reales de las personas de carne y hueso.» —Richard Hare.

Uno de esos delirios proviene de aceptar la idea de que lo divino es antropomórfico y sobrenatural y que esto toma algún partido; por ejemplo, que lo divino pertenece, de manera exclusiva, a un sector jerárquico socioeconómico, moral, racial, nacional o político particular.

Ahora que está de moda el eufemismo “supremacista” –en referencia a fanáticos racistas partidarios de una supuesta “supremacía blanca”–, diré que ese tipo de fanatismo es similar –en estructura ideológica– a la posición que defendí en una época pasada de ardiente fervor judeocristiano. La insulsa idea de un “cristianismo puro” me impulsó a intentar imponer a los demás una torpe moralina por encima de las necesidades reales de las personas. Eso fue propio de un joven menso: inconsciente de su colosal analfabetismo científico-filosófico.

Otra quimera del fanatismo –relacionada con la anterior– resulta de aceptar la idea de que es posible una “pureza moral” y que un prelado jerárquico de sacerdotes o ministros de culto religioso son los encargados de medir la “pureza moral” de los demás. Ver: ¿Pureza moral?

Otro espejismo del fanatismo proviene de aceptar la idea de que lo divino tiene voluntad y que tal voluntad se puede conocer de manera clara y precisa. Y que, además, ese “conocer” serviría como base para justificar alguna moral general y atemporal, sin tomar en cuenta contexto histórico local alguno.

He escuchado a no pocos esbirros adoctrinados en ideas como esas expresarse con la siguiente lógica:

“Si he llegado a esta alta posición socioeconómica –o de jerarquía eclesial– es por alguna razón, y esa razón es la voluntad de Dios. Para que yo cumpla su misión divina: hacer que predomine la verdad por encima de los mentirosos que están en contra de nuestra sana enseñanza.”

De tal manera justifican la búsqueda de una supremacía de un supuesto mundo sobrenatural sobre los asuntos de las sociedades aquí y ahora.

El fanatismo produce complejos sistemas de desvaríos tan entrelazados entre sí que no son fácilmente identificables, a menos que los individuos desarrollen su sentido crítico por cuenta propia. Y aun así, no se puede estar por completo seguro de que se han identificado todos.

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